INSÓLITO
Una civilización avanzada viviendo en las profundidades del océano. Encuentro cercano en Alaska
Los océanos ocupan casi el 70% de la superficie terrestre y llegan a profundidades de hasta 11 km (hasta donde sabemos). Eso es espacio suficiente y hasta se sobra para que existan civilizaciones ocultas, que llaman criptoterrestres, coexistiendo en estos lugares ocultos del planeta. Un caso muy extraño ocurrido en Alaska parece delatar esto.
A principios de la década de 1980, un radioaficionado interceptó sin querer una conversación entre el comandante de una pequeña patrullera estadounidense y una estación de la Guardia Costera. El tema de la conversación le resultó inquietante y desconcertante.
Durante años permaneció en silencio, a la espera de que los medios de comunicación se hicieran eco del tema. Sin embargo, no surgió ni una sola palabra sobre el incidente frente a la costa noroeste de Norteamérica. A finales de los 90, un testigo ocular decidió romper su silencio y su relato del misterioso suceso se publicó en una revista polaca.
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Encuentro cercano con una civilización oculta en el océano
Una noche de verano, unos marineros fuera de servicio echaron una red por la borda para divertirse y completar sus provisiones. Esperaban una pesca abundante, pero se encontraron con la decepción de que sólo unos pocos peces quedaban atrapados cada vez. Sin embargo, persistieron hasta que pescaron algo inmenso.
Pronto apareció en la cubierta una entidad confusa que luchaba con fiereza. No era un pez ni un animal marino, sino algo parecido a un humanoide diminuto.
En su prisa por liberar al inesperado cautivo, se apresuraron a socorrerlo, sólo para encontrarse con la hostilidad de la criatura, que empezó a atacar a todo el mundo. El individuo atrapado medía aproximadamente un metro y medio, y lucía un extraño órgano en forma de franja bajo las orejas, parecido a unas branquias.
Su piel era lisa pero grumosa, de un tono marrón oscuro, y sus ojos eran bulbosos, cubiertos de un brillo blanco y sin ropa. Sin embargo, destacaba un detalle peculiar que no encajaba con su aspecto de salvaje marino: de su cuello colgaba un voluminoso artefacto metálico oscuro, parecido a un plato con palancas.
Una vez que la criatura se liberó de la trampa, se escabulló torpemente por la cubierta en un intento de huir. Sus patas en forma de aletas dificultaban su velocidad. Los marineros, cogidos desprevenidos, bloquearon instintivamente las vías de escape para impedir que el diminuto hombre se precipitara de nuevo al mar.
El extraño habitante del mar luchó por encontrar una salida, pero fue en vano. Fue entonces cuando, en un giro del destino, se encontró ante la puerta abierta de la sala de control, a la que fue conducido inadvertidamente. Lo que ocurrió a continuación escapaba a cualquier razonamiento.
No era solo una criatura agresiva, era inteligente y consciente
Los marineros habían considerado a su presa capturada más una bestia que un ser sensible, pero estaban equivocados. El inesperado visitante saltó al interior del compartimento y cerró la puerta tras de sí. El operador de radio, al prever los estragos que podría causar en el equipo un intruso no humano, se quedó petrificado. Las paredes y puertas de la cabina eran, como se esperaba, robustas y forjadas en acero. Extraer al intruso resultó todo un reto. Los esfuerzos por sacar al marinero más esbelto por el ojo de buey fracasaron.
Entonces se recurrió al autógeno: hubo que cortar las bisagras de la puerta. En un frenesí, los miembros de la tripulación se lanzaron por el hueco. Un golpe involuntario con una palanca derribó a la criatura. La herida, al parecer, era mortal; el intruso se desplomó, sin vida.
El capitán del patrullero se vio obligado a informar a sus superiores del terrible incidente. Se envió un helicóptero desde Alaska, que recuperó el cadáver y partió. El destino del cuerpo a partir de entonces sigue siendo un misterio.
El operador de radio, que esperaba la destrucción total de la sala de control, se quedó estupefacto. No había ni un solo aparato dañado; todo estaba en perfecto orden. Sin embargo, había un detalle peculiar: un individuo desconocido había intentado utilizar la estación de radio. Algo inesperado. La pregunta era: ¿estaba intentando pedir ayuda para escapar del buque americano? Desgraciadamente, no había nadie que pudiera dar una respuesta.
Los encuentros misteriosos con entidades de las profundidades marinas no son infrecuentes. Los seres humanos desconocen incluso una fracción de las actividades que tienen lugar en el lecho marino. Aunque muchos sostienen que las bases y ciudades submarinas son producto de nuestra imaginación, los incidentes relatados pueden llevarnos a preguntarnos: ¿podrían estar equivocados?
Es concebible que numerosas civilizaciones existan junto a nosotros, ocultas a nuestra vista, haciéndolas parecer inexistentes.
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