El miedo a los muertos ha estado presente desde hace miles de años. Las cámaras funerarias de los faraones siempre han sido territorios sagrados y aquellos que osan a profanarlas han sufrido terribles castigos hasta la muerte.

Esta leyenda siempre ha estado presente en los investigadores y arqueólogos del mundo, sin embargo, al ser hombres de ciencia, creer en mitos no tiene lugar en ellos.

A pesar de las advertencias, el saber y conocer más sobre nuestro pasado van más allá de una preocupación por una maldición.

Casos comunes fueron la profanación de la tumba de Tutankamón o Tamerlán; sus mausoleos han sido abiertas desde hace años, algunos por conocimiento, otros por vandalismo… ¿Qué sucedió con todos aquellos que osaron a perturbar la paz de los faraones?

La guerra que provocó la maldición de Tamerlán

Tumba de Tamerán, el posible responsable de la invasión alemana a la Unión Soviética. Crédito: Bobyrr/Wikimedia Commons

El 21 de junio de 1941, un grupo de arqueólogos soviéticos decidieron abrir la tumba de Tamerlán para que el antropólogo Mijaíl Gerasimov pudiera realizar una reconstrucción facial con el cráneo del mítico comandante.

El procedimiento fue normal, pero al día siguiente, Alemania invadiría la Unión Soviética.

De acuerdo a los rumores, tres hombres desconocidos se apersonaron durante la expedición, advirtiendo a Malik Kayumov que si seguían adelante, estallaría una gran guerra.

Kayumov no prestó atención a las advertencias y solo pasó el mensaje a los miembros de la comisión que le acompañaban.

Sin embargo, más tarde, el mariscal Zhukov se enteró de aquella maldición y aconsejó a Stalin que devolviera los restos de Tamerlán de nuevo a su tumba. Después de ese acto, el Stalingrado se alzaría victorioso.

La maldición de Tutankamón

La tumba de Tutankamón, la maldición más conocida de los faraones. Crédito: How to Survive/YouTube

Uno de los grandes responsables de los deterioros de las tumbas arqueológicas fueron los cazadores de tesoros junto al trabajo de los arqueólogos sin escrúpulos.

Los intrusos robaban todo lo que encontraban en las tumbas para después venderlas a los museos o coleccionistas privados.

En 1922, Howard Carter y Lord Carnarvon decidieron abrir la cámara funeraria de Tutankamón. Los arqueólogos se toparon con cientos de tesoros antiguos en el interior.

Ajenos a la maldición del faraón, Lord Carnarvon cayó víctima de una repentina enfermedad tan solo dos meses después de la expedición. Los médicos dijeron que habría sufrido la picadura de una especie de mosquito venenoso.

George Gould, amigo cercano del fallecido, arribó a Egipto para rendirle homenaje a Carnarvon. Sin embargo, también fue víctima de una terrible fiebre que lo azotó después de visitar la cámara.

El radiólogo responsable de determinar el tiempo que tiene la tumba también comenzó a quejarse de un agotamiento extremo. Se retiró a Gran Bretaña solo para morir apenas llegar a su casa.

Otras 26 personas, relacionadas al suceso murieron en los años siguientes. Todos estuvieron presentes en la apertura de la tumba.

La historia de la maldición se expandió como la pólvora y, a día de hoy, sigue vigente. El único que parece haberse salvado de la misma fue a Carter, quién falleció de muerte natural a los 66 años.

El hombre de los Alpes

El hombre de los Alpes o el hombre de hielo, Ötzi. Crédito: ancient-origins.es

Helmut Simon, de Nuremberg siempre fue un gran aficionado al Hombre de las Nieves, por esa razón dedicó gran parte de su vida a recorrer los Alpes en su búsqueda.

En 1991 se encontró con el cuerpo de un hombre congelado al borde del glaciar Similaun, en la frontera entre Austria e Italia.

La ropa del hombre era totalmente de cuero y su mochila guardaba algunas provisiones. Los análisis posteriores demostraron que tenía 46 años al momento de su muerte y poseía una excelente dentadura y físico fuerte.

Ötzi, el nombre del fallecido, había sido asesinado en combate, de acuerdo a los análisis posteriores.

Se encontraron restos de sangre de cuatro personas en el cuerpo. El guerrero había sido apuñalado por la espalda con una lanza.

Siete personas que, de una u otra manera, se vieron relacionadas con el examen forense hecho al hombre murieron en lapso de 14 años. Konrad Spindler, profesor asistente de la Universidad de Insbruck fue el último en morir recientemente a la edad de 66 años.

Sufrió una especie de esclerosis aguda durante sus últimos años de vida y, según la maldición, Ötzi se encarga de vengar aquellos que se atreven a «destriparlo», 5.300 años después de su muerte.

Como podemos observar, existen muchas casualidades, muertes y enfermedades rodean a las personas que usan profanar la tumba de los muertos o a quebrantar su paz ¿Es una maldición? No podemos asegurarnos, pero los casos están y nadie los puede negar.

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