Durante toda la historia, el perro ha sido utilizado en las guerras y en esto los españoles no fueron diferentes. Sin embargo, el efecto devastador de un can usado por los conquistadores llamado «Becerrillo» fue algo nunca antes visto.

Cristóbal Colón fue el primero en usar perros durante la guerra en el Nuevo Mundo. Los usó contra los indígenas de La Española en 1493.

Sin embargo, la guerra de Vega Real en 1495 fue donde realmente Colón demostró todo el potencial que tenían sus perros de guerra.

La importancia del perro en la guerra de los españoles

Ilustración de mastines españoles de guerra.

Junto a su hermano Bartolomé, se dirigieron a La Española con 200 soldados, 20 jinetes y 20 perros Mastín Españoles para luchar contra los nativos Arahuacos que se oponían al dominio español.

Stanley Coren, autor de «Las huellas de la historia: Perros en el curso de los acontecimientos humanos», describe la escena de la siguiente manera:

«Reunió a los perros en el extremo derecho del flanco y esperó hasta que la batalla hubiera alcanzado un alto nivel de furia. Luego liberó a los veinte mastines, gritando «¡Tómalos!» Los perros furiosos se abalanzaron sobre los luchadores nativos en una falange furiosa, lanzándose sobre los cuerpos desnudos de los indios. Agarraban a sus oponentes por el estómago y la garganta. Mientras los aturdidos indios caían al suelo, los perros los destripaban y los despedazaban. Girando de una víctima sangrienta a otra, los perros desgarraron las filas de los nativos.»

Cada viaje que se hacía a las Américas, miles de perros fueron traídos. La raza más popular para la guerra era el mastín, el cual podía pesar hasta más de 100 kilos y con una fuerza en sus fauces capaces de aplastar huesos.

Su portento físico y la ferocidad que tenían infundían pánico a la población nativa. Grandes conquistadores como Cortés, Toledo, Pizarro, entre otros, todos usaron perros para la guerra, ejecución e intimidación.

Sin embargo, Juan Ponce León, un alto funcionario militar del gobierno de la colonia La Española, fue quien desató al perro más feroz de todos. El Becerrillo.

Becerrillo: un perro asesino con la fuerza de un toro.

Juan Ponce León era el encargador de amaestrar a Becerrillo. Crédito: Dominio Público/Wikimedia Commons

Se trataba de un Mastín de pelaje rojizo que era propiedad de Juan Ponce de León. Los orígenes de esta bestia despiadada no son claros, aunque se cree que nació en las perreras de las Américas.

Sus primeros registros datan de 1511, pero para ese entonces ya era descrito como un veterano con cicatrices de guerra.

Ponce de León fue quien conquistó Puerto Rico. Luego de su desembarco en 1508, convenció al hijo de Cristóbal Colón, Diego, que lo declarara gobernador de la Isla.

Después empezó su cruzada con su ejército de hombres y perros para subyugar a la población y hacerse con todo el oro.

Obviamente quien más destacó fue Becerrillo, quien ya era un arma devastadora; era capaz de distinguir entre españoles y nativos y siempre atacaba a matar.

La popularidad y el temor a este can fue tal, que el historiador y cronista español del siglo XVI, Bartolomé de las Casas, contó que Becerrillo atacaba a sus enemigos con una furia descontrolada y defendía a sus aliados con locura.

Además, aseguró que los nativos les tenían más miedo a 10 soldados acompañados de Becerrillo que a un ejército de 100.

En 1512, Diego Colón convenció al Rey para que se le nombrara gobernador de Puerto Rico debido a la gran cantidad de oro que había en la isla. Ponce de León sería desplazado, pero partió hacia Bimini, una pequeña isla que, supuestamente, poseía igual o más oro.

Dejó a Becerrillo bajo el cuidado de Guilarte de Salazar y Sancho de Aragón, donde volvería a ser usado en batalla.

Una noche, el can alertaría a sus aliados de un ataque sorpresa de los nativos. Salazar salió en la primera línea junto al perro que solo necesitó 30 minutos para asesinar a 33 nativos.

Compasión y misericordia

El Mastín Español puede pasar los 100 kilogramos de peso.

Mientras que Becerrillo era considerado en una máquina asesina, un extraño suceso, relatado en «Las Huellas de la Historia de Coren», mostraría un lado nunca antes visto en el perro.

Los conquistadores, mientras acampaban en las afueras del asentamiento de Caparra, Puerto Rico, a la espera del gobernador español, por mero aburrimiento, decidieron darle un supuesto mensaje en un papel para el gobernador a una anciana.

Inmediatamente ordenaron al perro que la atacara pero, antes de que se produjera el fatídico desenlace para la anciana, ésta se arrodilló y gritó:

«Por favor, mi Señor Perro, estoy en camino a llevar esta carta a los cristianos. Le ruego, mi Señor Perro, que no me haga daño»

Becerrillo se detuvo y olfateó a la mujer, dándose media vuelta y alejándose de ella, desobedeciendo las órdenes de su amo.

La escena llegaría a los oídos del gobernador, quién liberó a la anciana y se les prohibió a los soldados aterrorizar a los lugareños, declarando lo siguiente:

«No permitiré que la compasión y clemencia de un perro eclipse a las de un verdadero cristiano».

Muerte como todo un guerrero

La mañana de 1514, cuando los indígenas caribes de la isla de Vieques atraparon a Sancho de Aragón, Becerrillo persiguió a los atacantes con la ferocidad que lo caracterizaba a través del mar, viendo como estos se alejaban en sus piraguas.

Encontrándose en un terreno con desventajas, el perro se volvió un blanco fácil y sin perder la oportunidad de acabar con una de las amenazas más grandes, una lluvia de flechas cayó sobre el animal.

Los soldados españoles curaron sus heridas, pero el daño ya estaba hecho y Becerrillo moriría a los días. Se le enterró secretamente y, de acuerdo a Oviedo, se le lloró igual o más que al resto de compañeros caídos.

Becerrillo demostró que, como todo perro, fue leal a los suyos hasta su final. Una historia de un guerrero sanguinario en batalla, pero que demostró tener compasión y sabiduría en los momentos que lo ameritaba.

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