

DECODIFICADO
Científicos pueden haber descifrado el misterioso idioma de una antigua ciudad perdida
Durante más de un siglo, Teotihuacán ha sido uno de los mayores enigmas de la arqueología mesoamericana. Nadie sabe con certeza quiénes fundaron la ciudad, qué idioma hablaban ni por qué desaparecieron. Ahora, un estudio reciente sugiere que los símbolos encontrados en sus muros podrían revelar por primera vez las huellas del lenguaje perdido de sus antiguos habitantes.
El corazón silencioso de una civilización desaparecida
Teotihuacán, situada a unos 40 kilómetros de la actual Ciudad de México, alcanzó su esplendor entre los años 100 a.C. y 750 d.C. Sus avenidas, templos y pirámides —la del Sol y la de la Luna— muestran una planificación urbana que asombra incluso a los expertos contemporáneos. Sin embargo, a diferencia de otras culturas mesoamericanas como los mayas o los zapotecas, los teotihuacanos no dejaron textos legibles. Las paredes de sus templos muestran símbolos, figuras y signos que hasta ahora se consideraban decorativos o rituales, pero no lingüísticos. Esa falta de escritura ha sido una barrera clave para entender su sociedad, su estructura política y sus creencias.
En un artículo publicado en la revista Current Anthropology, los investigadores Magnus Pharao Hansen y Christopher Helmke, de la Universidad de Copenhague, sostienen que esos símbolos sí podrían constituir un sistema de escritura propio. Según sus análisis, se trataría de una forma temprana de lenguaje ligado a la familia uto-azteca, antecesora del náhuatl que más tarde hablarían los mexicas siglos después.
Un sistema entre la imagen y el sonido
El estudio propone que los símbolos hallados en los murales combinan logogramas, que representan objetos o ideas completas, con principios rebus, donde un signo se usa por su sonido y no solo por su forma. Este enfoque recuerda al modo en que evolucionaron los jeroglíficos egipcios y la escritura maya. Para Hansen y Helmke, estos símbolos no son simples ilustraciones religiosas, sino intentos de registrar nombres, eventos y lugares mediante un código visual-fonético.
El equipo trabajó reconstruyendo un proto-náhuatl, una versión ancestral del idioma, que sirvió como puente para asignar posibles sonidos a los signos pictográficos. Esta reconstrucción se basó en raíces comunes dentro de la familia uto-azteca y en patrones lingüísticos que aún sobreviven en dialectos modernos. Según los investigadores, varias coincidencias entre los símbolos y las raíces fonéticas de palabras reconstruidas apoyan la idea de un sistema coherente de comunicación.
La pista lingüística y su importancia histórica
El hallazgo no solo sugiere la existencia de escritura, sino también una conexión directa entre los antiguos habitantes de Teotihuacán y los pueblos que más tarde dominaron el centro de México. Hasta ahora, la mayoría de las teorías indicaban que los hablantes de náhuatl llegaron a la región siglos después del colapso de Teotihuacán. Pero si el idioma de la ciudad pertenece efectivamente a la familia uto-azteca, podría significar que los ancestros de los mexicas ya tenían presencia en el valle mucho antes de lo imaginado.
Esta posibilidad cambiaría radicalmente la cronología aceptada sobre las migraciones y las relaciones culturales en Mesoamérica. También implicaría que el intercambio lingüístico y comercial entre los pueblos del norte y el altiplano central fue más profundo y antiguo de lo que se creía.
Desafíos para un desciframiento completo
A pesar del entusiasmo que ha despertado el estudio, los propios autores reconocen que el corpus disponible es escaso. Los símbolos teotihuacanos se encuentran principalmente en murales fragmentados, cerámicas y artefactos aislados, sin inscripciones extensas como las que permitieron descifrar la escritura maya. Esa falta de textos largos hace difícil establecer reglas gramaticales o verificar hipótesis fonéticas de manera concluyente.
Además, los símbolos pueden tener múltiples interpretaciones. Un mismo signo podría representar un objeto, una idea o un sonido, dependiendo del contexto. Los críticos señalan que, sin pruebas directas de fonetización o traducciones bilingües, el sistema propuesto podría ser solo un conjunto de asociaciones visuales. Sin embargo, el trabajo de Hansen y Helmke aporta un marco de análisis sistemático que podría guiar futuras investigaciones.
Ecos de otras escrituras antiguas
Los intentos por descifrar los signos de Teotihuacán se suman a una larga tradición de enigmas arqueológicos. La escritura del Valle del Indo, la de los etruscos o la de la isla de Pascua siguen siendo ejemplos de sistemas aún parcialmente indescifrados. En el caso mesoamericano, el desciframiento de los jeroglíficos mayas a mediados del siglo XX demostró que la combinación de símbolos visuales y fonéticos puede revelar información sorprendente cuando se interpreta con las herramientas adecuadas.
La propuesta danesa, aunque todavía incipiente, recuerda el inicio de ese proceso. En ambos casos, el avance depende de encontrar más ejemplos que confirmen patrones repetitivos o fonéticos. Si eso ocurre, podríamos estar ante el primer paso hacia la lectura parcial del pensamiento teotihuacano, una civilización que hasta ahora solo ha hablado a través de sus piedras y sus sombras.

La ciudad mesoamericana de Teotihuacan, en el centro de México. Crédito de imagen: Christophe Helmke, Universidad de Copenhague.
Continuidad cultural y legado mesoamericano
Más allá del aspecto técnico, este descubrimiento apunta a una continuidad cultural entre Teotihuacán y las civilizaciones posteriores del altiplano. La cosmovisión compartida, los estilos arquitectónicos y los ritos solares podrían no haber sido simples coincidencias, sino expresiones de una herencia común. Las raíces uto-aztecas detectadas por los lingüistas darían sustento a esa conexión, revelando una línea de transmisión que sobrevivió al colapso de la ciudad y se extendió durante siglos en la región.
El hallazgo también tiene un valor simbólico: si Teotihuacán fue un punto de convergencia de pueblos de distintas lenguas, su sistema de escritura podría reflejar un intento de unificación cultural, una forma de comunicación que trascendía las fronteras étnicas de la época. Comprenderlo sería una forma de recuperar la voz de un pueblo que desapareció sin dejar testimonio directo.
El siguiente paso de la investigación
Hansen y Helmke planean ampliar su estudio con la colaboración de arqueólogos mexicanos para comparar los símbolos teotihuacanos con los de otros sitios del altiplano y del norte de México. También se espera aplicar técnicas de análisis digital de imágenes para detectar repeticiones o secuencias estructuradas que respalden la hipótesis de un lenguaje escrito.
De confirmarse su teoría, el impacto sería profundo. No solo permitiría reescribir la historia lingüística de Mesoamérica, sino también comprender mejor la identidad cultural de una de las civilizaciones más enigmáticas del continente. Por ahora, los muros de Teotihuacán siguen guardando silencio, pero quizá ya estén empezando a pronunciar sus primeras palabras después de más de mil años.
El estudio científico titulado «The Language of Teotihuacan Writing» ha sido publicado en Current Anthropology.
Referencias: «Scientists May Have Decoded the Mysterious Language of a Lost City» – popularmechanics (Fuente)
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Por: PlanetaMaldek.com
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